Entrevista a Bill Davidson por Florian R.S.
Hasta Milwaukee peregrinan cada año 200.000 apasionados de Harley-Davidson, algunos sin moto ni intención de tenerla. Es parte de la leyenda de una marca cuya historia discurre paralela a la de la sociedad estadounidense y que se puede descubrir en un recorrido apasionante. Prototipos, memorabilia y modelos míticos como el que cruzó un océano arrastrado por su aguas atraen hasta aquí a "harlistas" de todo el mundo.
"Puedes estar tranquilo, tus nietos también disfrutarán de una Harley, te lo prometo". Así de esperanzadora fue la frase final que me regaló Bill Davidson, director del museo de Harley-Davidson en Milwaukee y bisnieto de William A. Davidson, uno de los fundadores de la marca, durante la charla que tuve con él en las oficinas de este templo.
Tan solo unas horas antes, Madison y Eddy Olson comenzaban su paseo por el recinto para disfrutar de la exposición. "Vivimos en un pueblo de Dakota del Norte, cerca de reserva india de Spirit Lake y no, no tenemos moto, no podemos, pero Harley es especial para nosotros", comenta Eddy. Su padre fue combatiente en Europa durante la Segunda Guerra Mundial y lo hizo a lomos de una WLA, el modelo que la marca creó para el ejército americano para la contienda. "Siempre quiso quedársela tras la guerra, pero había quedo muy dañada", cuenta a la vez que señala con verdadera emoción la unidad que descansa en una de las primeras salas del primer piso.
"Mi relación con Harley-Davidson no es tan emotiva como la de Eddy, que también es un poco mía pues adoraba a mi suegro. Es más bien de cariño y de memoria", confiesa Madison mientras caminamos por la primera planta donde se encuentran por orden cronológico las primeras Harleys. "A lo mejor te parece una tontería", me adelanta. "Mi abuela tenía una perra a la que quería muchísimo, era una pastora, no recuerdo la raza, pero sí su nombre, Effie y ese cariño que le tenía nos lo transmitió". Me sorprende y atisbo por dónde puede ir la historia sin poder evitar una sonrisa... "Después mi madre tuvo, bueno, tuvimos otra, una collie preciosa llamada Avis. Creció conmigo... ", no necesita contarme nada más.
AVANZADA A SU ÉPOCA.
Los nombres de las mascotas de la familia de Madison vienen de Effie Hotchkiss que fue la primera mujer en realizar una ruta de costa a costa en Estados Unidos y lo hizo subida en una Harley con sidecar acompañada de su madre, Avis Hotchkiss. "El coraje de aquellas madre e hija nos marcó. Hablamos de 1915, parece increíble". Lo es, como también lo es como se llama su cocker spaniel: " Dyna [una de las familias de motos de la marca]", sonríe. Harley-Davidson fue una avanzada a su época. Las mujeres ya pilotaban en las primeras décadas y fueron miembros del batallón de correos a lomos de Harleys durante la Segunda Guerra Mundial. Tampoco la comunidad afroamericana es ajena a esta circunstancia. En los años 30, cuando la segregación era la regla predominante, la marca ya tenía algún concesionario exclusivo para esta comunidad.
Historias como la de este matrimonio no son casualidad. El museo de Harley-Davidson en Milwaukee, que abrió sus puertas en 2008 con una inversión cercana a los 75 millones de dólares, acoge a una media de 200.000 visitantes al año con fuertes picos cada cinco años -los que la marca celebra como aniversarios especiales- y de ellos, cerca del 80% reconoce que no posee moto ni intención de tenerla y, aunque sea obvio, lógicamente no tiene una Harley.
La marca de motos más famosa del mundo es mucho más que una compañía, es un icono, un emblema de libertad que ha acompañado a generaciones de americanos que han visto como les ha acompañado en cada éxito y fracaso del país. Épocas de bonanza económica con décadas de ventas y beneficios récord para la Motor Company; el crack bursátil que redujo al mínimo la producción cuando la economía y la sociedad americana agonizaba; el repunte con las dos Guerras Mundiales y la generación posterior a la segunda que crearía las bobber y las chopper; la crisis existencial de la propia compañía en los 70 que casi la hace desaparecer; el posterior resurgir en los 80 gracias al empuje de 13 apasionados ejecutivos que recompraron la marca a AMF (que evitó su quiebra) sacándola incluso a Bolsa y entre los que se encontraba el padre de Bill Davidson (el legendario Willie G. Davidson); la lucha arancelaria con las marcas japonesas con el apoyo de Ronald Reagan... Con todo esto en la mesa, pocos son los americanos que no tienen una relación con la marca, directa o indirectamente.
MODELOS QUE SON HISTORIA
El museo refleja esta vida en paralelo con la sociedad americana y es garante de su historia. "Si de algo estoy orgulloso es de que nunca hemos dejado de producir motos, ni siquiera entonces [en la Gran Depresión]. Siempre hemos logrado encontrar el camino", señala Bill Davidson. "La sociedad americana siempre ha estado con nosotros incluso en los momentos duros, y nosotros hemos estado con ella". Qué mejor prueba que la creación en 1983 del motoclub HOG [Harley Owners Group] para hermanar propietarios y marca. Hoy tiene más de un millón y medio de orgullosos miembros.
El museo se nutre de modelos que en su inmensa mayoría, incluso los primeros, son unidades sin estrenar, que se guardaron para salvaguardar ese heritage de la marca. Pero no solo motos. Documentación, fotos, pósters, publicidad, albaranes, libros contables, todo original, se guarda en un apartado del museo, incluso las radiografías de los huesos rotos de Evel Knievel, el más famoso stunt man de Harley-Davidson.
Entre las motos en los Harley-Davidson Archives descansan vehículos de famosos y prototipos, como el de la primera Blast, la incursión de la Motor Company en los motores monocilíndricos de la mano de su entonces segunda marca Buell. Para no llamar la atención durante las pruebas dinámicas por Milwaukee, se la dotó de un falso depósito con un curioso emblema: una interpretación del logo de Honda con las alas modificadas y puesto del revés.
La leyenda de Harley-Davidson trasciende fronteras, a veces de manera cruel. En una vitrina especial descansa la Softail Night Train de 2004 que cruzó el Pacífico arrastrada por el tsunami que siguió al terremoto de Japón el 11 de marzo de 2011, llegando hasta las costas canadienses. Ikuo Yokoyama, que además de la moto perdió a su familia y su casa, quiso que descansase en el museo como símbolo de resiliencia y de hermandad entre Japón y EE.UU. La moto no se ha restaurado y debido a la corrosión sufrida y que no se puede parar, se va degradando día a día. El museo la monitoriza y hace fotos de ella cada mes.
Nada grande se ha hecho en el mundo sin una gran pasión y la de los harlistas es infinita. Larga vida.
Fuente: expansion.com
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