Asociado a su lanzamiento se produjo una intensa campaña publicitaria a fin de cambiar la imagen pública de los motociclistas
Sin entrar a debates y sin que nadie pueda sentirse herido en su identidad motera, resulta indicado señalar cómo el motociclismo ha estado siempre vinculado a la mala vida, los bajos fondos y la delincuencia juvenil. Una imagen negativa agrandada por los medios de comunicación responsables de forjar la cultura popular, donde siempre hemos podido ver al motociclista relacionado con el parasitismo social ya sea bajo el pelaje de la generación quinqui en España o las bandas de moteros en los Estados Unidos. Así las cosas, uno de los elementos audiovisuales que más han influido en este fenómeno es la película de 1953 Salvaje. Siempre recordada por la interpretación magnética que de un joven problemático a dos ruedas hizo Marlon Brando. Eso sí, en el otro lado de la balanza mediática se sitúan intervenciones publicitarias como la que envolvió la salida al mercado de la Harley-Davidson 21F en 1921. Veamos.
Gracias a la Primera Guerra Mundial las ventas de Harley-Davidson se habían disparado durante la segunda mitad de los años diez. No en vano, sus modelos fueron encargados en masa por el ejército norteamericano de cara a mover de forma ligera pequeños contigentes de intervención rápida en los campos de batalla. Así las cosas, con el fin de la contienda se tuvo que reducir considerablemente el ritmo de trabajo en la fábrica, acostumbrada a producir más de 20.000 unidades al año. Una cifra de ventas que no regresaría, al menos, hasta 1926. Además, aquella recuperación no fue fácil en absoluto, ya que Harley-Davidson tuvo que enfrentarse a dos graves problemas de mercado.
El primero se parece bastante a lo que ocurrió en España a partir de 1957 con el lanzamiento del 600 a precio de derribo por parte de SEAT, ya que justo después de la Primera Guerra Mundial Ford rebajó aún más el precio de su popular Model T nacido en 1908. Un automóvil esencial para entender a la industria automotriz, el cual llegaría a sobrepasar las quince millones de unidades antes de ver clausurada su producción en 1927. Así las cosas, por excelentes y fiables que fueran las creaciones de Harley-Davidson resultaba imposible que éstas no se vieran afectadas en sus ventas por la creciente popularización del automóvil. Y es que, al fin y al cabo, un Model T era mucho más práctico en el día a día de la familia que una motocicleta con sidecar.
Harley-Davidson 21F, mejorando la imagen de marca
Analizada la cuestión de cómo el Model T condicionó las ventas de Harley-Davidson, queda pendiente un asunto no menos importante. Hablamos de la imagen que para comienzos de los años veinte se estaban ganando los motociclistas. Y es que, fuera de consideraciones prácticas o mecánicas, el ir a dos ruedas se estaba asociando por buena parte de la sociedad norteamericana con el ser un delincuente o, como mínimo, un macarra. Imagen a la que contribuía activamente una ruidosa minoría de usuarios, gozando con el trucar sus escapes a fin de que éstos produjeran un ruido infernal al pasar por la vía pública.
Además, estaba el auge de las escasas pero muy dañinas bandas de moteros. Responsables de un bandolerismo autopropulsado capaz de poner patas arriba la tranquilidad de cualquier vecindario que guste situarse dentro de la convivencia cívica y el no ir con la navaja por delante. Con todo ello, Harley-Davidson se enfrentaba a un serio problema respecto a su imagen de marca, debiendo hacer un ingente esfuerzo contrapublicitario para separar la macarrería – tan minoritaria como ruidosa – de los usuarios responsables que tenían en la motocicleta la mejor aliada para cubrir sus necesidades de movilidad.
Así las cosas, el lanzamiento en 1921 de la Harley-Davidson 21F estuvo rodeado de un amplio despliegue mediático en el que, además de incidir en la fiabilidad de sus creaciones, la marca resaltaba una serie de afables valores cotidianos presentes en las ilustraciones de los catálogos. De esta manera, sus motocicletas se ofrecían en un tono práctico, muy alejado de las recientes y recurrentes campañas imagen con mucho cuero y personajes solitarios mirando al vacío desde lo alto de una colina. Además, la Harley-Davidson 21F venía con elementos útiles al fin montados de fábrica, tales como un tacógrafo asociado a la rueda trasera para medir la velocidad y el kilometraje, así como luces delanteras pero también traseras. Respecto al motor, se estrenaba un nuevo V-Twin con 1.200 centímetros cúbicos capaz de entregar unos nada desdeñables 18 CV a 3.000 revoluciones por minuto para ponerse a más de 110 kilómetros por hora. Prestaciones que hicieron de la Harley-Davidson 21F una máquina especialmente popular en los cuerpos de Policía en vez de en las bandas de motoristas errantes.
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